lunes, 15 de diciembre de 2014

Un Corazón Naufragado

Entre tanto, seguía andando por aquella isla, desconocida para mí. Pero cada vez, un poco menos desconocida. Sin encontrar nada ni a nadie, sólo Soledad. Y la angustia que te oprime el corazón cuando llega la tristeza y se hace presente, me volvió a sorprender desprevenido.
Encontré  unos dátiles para poder comer.
Poco antes, había hablado con Mari Carmen, siempre fiel a mí. Lástima que con esa edad uno no se de cuenta de las cosas. Más si eres hombre y gilipollas, como yo. 
Ya le he pedido perdón en infinidad de ocasiones, vuelvo a pedirle perdón en esta ocasión, pero la vida sigue. 
No quise ser egoista en aquel tiempo, y decidí que lo mejor era dejarla libre.
Gracias a esa decisión, ella tiene a su hija, y en mí, un hermano que la quiere como si tuviera su misma sangre. GRACIAS MARI CARMEN, por tu ayuda y consejos. Sin ellos, hoy no estaría aquí.

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